1. Comprueba la
conexión y el suministro
Asegúrate de que la caldera está conectada
a la corriente eléctrica.
Verifica que la llave de paso del gas está
abierta. Si has estado fuera o la cerraste en verano, este paso es clave.
2. Activa el modo
calefacción/invierno
En el panel de control, selecciona el modo
“invierno” o “calefacción”. Este ajuste permite que el sistema caliente
tanto el agua sanitaria como los radiadores.
3. Revisa la presión
del circuito
La presión ideal suele estar entre 1 y
1,5 bares con la caldera apagada y en frío.
Si está baja, abre la llave de llenado
lentamente hasta alcanzar el nivel correcto. Si está alta, purga los
radiadores para liberar aire.
4. Purgar los
radiadores
Coloca un recipiente bajo el purgador.
Gira el tornillo hasta que deje de salir
aire y empiece a salir agua de forma constante.
Tras purgar, vuelve a comprobar la presión
en la caldera.
5. Ajusta la
temperatura
Para radiadores: entre 50 ºC y 60 ºC.
Para suelo radiante: entre 35 ºC y 45 ºC.
En casa, mantén una temperatura ambiente
entre 19 ºC y 21 ºC durante el día y entre 15 ºC y 17 ºC por
la noche para optimizar el consumo.
6. Haz una revisión
visual
Comprueba que no hay fugas, ruidos extraños
ni códigos de error en el display.
Si detectas olor a gas o cualquier
anomalía, no intentes repararlo por tu cuenta: contacta con un
técnico autorizado.
Consejo extra para ahorrar energía
Instala un termostato programable.
Evita cubrir radiadores y mejora el
aislamiento en puertas y ventanas.
¿Por qué es
importante esta puesta a punto?
Una caldera bien ajustada no solo garantiza confort, sino que también reduce el
consumo energético y prolonga la vida útil del equipo. Según el IDAE, un
mantenimiento adecuado puede ahorrar hasta un 15 % en energía.