¿Cómo reducir la huella de carbono en casa?
Los científicos y expertos en el clima han advertido que es necesario tomar medidas urgentes y ambiciosas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y evitar los peores impactos del cambio…
La transición energética consiste en el camino hacia un nuevo modelo energético, que pretende sustituir la energía proveniente de combustibles convencionales altamente contaminantes, como el carbón o el petróleo, por energía limpia proveniente de fuentes como el gas o las energías renovables (eólica, fotovoltaica, hidráulica, etc.)
Se trata de una travesía progresiva que nos dirige hacia un nuevo ecosistema socioeconómico, basado en la eficiencia energética y el desarrollo sostenible.
El objetivo final de la transición energética no es otro que lograr un abastecimiento energético respetuoso con el medio ambiente, capaz de paliar los efectos del cambio climático y de cubrir las necesidades energéticas de todo el planeta.
A día de hoy, la transición energética ya no es una opción recomendable, sino que se ha convertido en una necesidad respaldada por las autoridades internacionales.
Es un asunto urgente. Para garantizar la sostenibilidad del planeta y el acceso universal a la energía, debemos transformar los modelos de producción y consumo energético.
Así, la transición energética se apoya en los siguientes pilares:
Como hemos anticipado, para combatir el calentamiento global y garantizar la sostenibilidad del planeta será indispensable reducir las emisiones de CO2 (carbono) y de los gases de efecto invernadero. Según la OMM (Organización Meteorológica Mundial), la emisión de estos gases (dióxido de carbono, metano y dióxido de nitrógeno) ha sufrido un progresivo aumento debido a nuestra actual forma de vida y al funcionamiento de nuestra economía.
En la situación en la que nos encontramos, la transición energética se presenta como un reto que exige una actuación inmediata y que ya se encuentra en marcha.
Esta travesía, conducida por la Comisión Europea, nos dirige hacia una economía 100% descarbonizada en un escenario a medio-largo plazo con objetivos fijados para los años 2020, 2030 y 2050.
En relación a este propósito, los objetivos de España están definidos por el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima 2021-2030 y pueden resumirse en las siguientes metas a alcanzar antes del año 2030:
Pero la transición energética no será fácil y tiene por delante grandes desafíos. Uno de los retos a los que deberá hacer frente el cambio de modelo está vinculado al acceso universal a la energía.
Nos encontramos en una situación de crecimiento demográfico. Si en la actualidad el planeta está habitado por 7.500 millones de habitantes, se estima que en 25 años esa cifra alcance los 9.000 millones. Ante una población superior, la demanda energética también será mayor.
Por todos es sabido que los combustibles fósiles son finitos y que tarde o temprano se agotarán. Por otro lado, en la actualidad, la infraestructura para la obtención y almacenaje de energía renovable resulta insuficiente para cubrir las necesidades energéticas (domésticas e industriales) de todo el planeta.
Sin duda, la evolución demográfica será uno de los grandes desafíos de la transición energética. Se deberá garantizar el abastecimiento energético de todas las personas del planeta con fuentes limpias y renovables.
Seguramente, nadie hoy se opondría a la urgente necesidad de frenar las emisiones de carbono. Sin embargo, debemos asumir que la evolución hacia una economía descarbonizada implica un cambio en los modelos productivos, que puede tener importantes consecuencias en el desarrollo económico de los territorios.
La transición energética y la descarbonización de la economía, transversal a todos los sectores, debe ser justa, gradual, flexible y planificada, para garantizar la sostenibilidad medioambiental y el acceso universal a la energía, sin poner en riesgo la competitividad de las empresas.
El cambio climático constituye la mayor amenaza medioambiental a la que se enfrenta la humanidad.
Algunas de sus consecuencias, como el aumento de la temperatura global, la subida del nivel del mar o el progresivo deshielo de las masas glaciares, ya se han comenzado a evidenciar. En esta situación de extrema urgencia, la transición energética es un proceso determinante para conseguir frenar los efectos del calentamiento global y garantizar la salud, tanto del planeta como de sus habitantes.
La transición energética es responsabilidad de todos. Autoridades, empresas y consumidores domésticos deberán aunar esfuerzos para lograr una transformación real en los modelos de producción y de consumo. A nivel usuario, tú también puedes implementar algunas acciones de cara a acelerar la consecución de objetivos de la transición energética.
Estas son algunas de ellas:
Estamos viviendo los inicios de la próxima revolución energética, cuyo eje central será la energía limpia. Caminamos con paso firme hacia un futuro en el que la energía renovable se consolidará como fuente principal de toda la energía que consumiremos. Sin embargo, el proceso para lograr una producción energética 100% renovable aún requiere tiempo. Actualmente, se investigan nuevas tecnologías que logren una producción renovable más amplia, eficiente y con mayor seguridad de suministro, para mejorar su competitividad y acelerar su integración en los mercados. El coste y la rentabilidad serán factores clave para su penetración. Lograr vencer la intermitencia natural a la que están sometidas estas fuentes de energía, también.
En este contexto, el gas se considera un gran aliado para la transición energética y para recorrer la senda de la disminución de emisiones. Sus atributos lo definen como una energía eficiente, versátil y respetuosa con el medio ambiente; los combustibles gaseosos son, por defecto, más eficientes que los combustibles sólidos o líquidos.
A continuación te contamos cuáles son las claves que sitúan al gas como la gran alternativa de la transición energética.
Cuando hablamos de gas renovable nos referimos al gas que se obtiene a partir de materiales orgánicos biodegradables, principalmente residuos orgánicos urbanos, industriales, agrícolas, así como de cultivos energéticos. Bajo el término de gas renovable, hasta ahora, se englobaban energías como el biogás, el hidrógeno o el gas sintético.
El impacto medioambiental de este tipo de gases es neutro, por lo que permiten reforzar el proceso de descarbonización para cumplir con los objetivos establecidos.
Las emisiones de CO2 que derivan del uso del biogás, por ejemplo, son exactamente iguales a la cantidad de CO2 que necesitan las plantas para crecer. Por lo tanto no se produce dióxido de carbono adicional, dañino para el medio ambiente.
El biogás presenta, además, numerosas ventajas en relación a la productividad y a la eficiencia. Comparado a otras energías renovables como el viento o la energía solar, el biogás se puede generar sin que importen factores como las condiciones climáticas o la hora del día. El proceso de producción en una planta de biogás transcurre de manera ininterrumpida, las 24 horas al día, 7 días a la semana. Esto, sin duda, refuerza su fiabilidad como fuente de suministro energético. Por otro lado, el biogás se presenta como la única energía renovable compatible con cualquiera de las grandes aplicaciones energéticas: eléctrica, térmica o como carburante.
Estas energías renovables no eléctricas, que ya son referentes en Europa, aún son poco conocidas en España. Sin embargo, se trata de una alternativa con un gran potencial de cara a reducir las emisiones contaminantes que nos permitan cumplir con los objetivos europeos fijados para el año 2050.
Al conjunto de energías renovables no eléctricas se acaba de unir el biopropano o propano renovable. El propano renovable es una nueva fuente de energía limpia que ya ha aterrizado en los mercados europeos como producto a gran escala. Es un gas renovable compuesto principalmente de propano, como su nombre apunta, aunque también puede contener butano.
El biopropano es molecularmente idéntico al propano tradicional, por lo que ambos pueden usarse en las mismas aplicaciones y con las mismas infraestructuras. Así, el propano renovable puede utilizarse en la cocina, como calefactor, como combustible para el transporte o en aplicaciones industriales.
La diferencia reside en que el propano renovable es, por definición, una fuente de energía limpia o renovable.
Otra de las ventajas de este gas es que se licúa a alta presión, facilitando así su transporte por tierra y mar y su almacenamiento.
En relación al biogás, el propano renovable posee un mayor valor calórico.
La comercialización del biopropano ayudará a satisfacer las necesidades energéticas de Europa y tendrá un gran impacto, ya que será uno de los primeros combustibles renovables "de colocación" disponibles en el mercado. Aunque su presencia en Europa aún resulte marginal, el propano renovable irá adquiriendo cada vez más relevancia dentro del sector energético, puesto que ofrece versatilidad, potencia y contribuirá a reducir las emisiones de CO2 hasta en un 80%.
La transición energética ya está en marcha y es imparable, pero está claro que el proceso debe realizarse de forma progresiva y con un rumbo establecido, que garantice la seguridad del suministro energético a todos los usuarios.
Los próximos años serán cruciales para desarrollar un sistema energético que sea al mismo tiempo sostenible, seguro y económicamente competitivo. Lograr este objetivo requerirá esfuerzo y una serie de cambios fundamentales en la manera en que los europeos producen, distribuyen y consumen la energía.
En este contexto, el gas está llamado a asumir un creciente protagonismo en el proceso de transición hacia una economía descarbonizada.
Hoy en día, un sistema energético basado exclusivamente en energías renovables afrontaría enormes desafíos para conseguir un equilibrio real entre producción y demanda. De las energías no renovables, el gas se posiciona como la alternativa más limpia para mitigar la intermitencia natural de las fuentes renovables.
En este sentido, una solución basada en la combinación del gas con otras energías renovables permitiría reducir drásticamente las emisiones de CO2 de aquí a 2050, sin renunciar a un suministro fiable y de calidad.
Sin embargo, no debemos olvidar que la transición energética nos lleva a un futuro 100% renovable. Con esta meta como destino, alternativas como el biogás o el propano renovable destacan como excelentes alternativas en relación a la energía del futuro. La ventaja de estas fuentes alternativas de energía respecto a otras es que nos permitirán reutilizar las mismas infraestructuras que ya se venían utilizando con el gas natural. Precisamente por ello, esta combinación evolutiva (de gas a biogás o propano renovable) supondría un gran ahorro y reduciría notablemente el coste de la transición energética, tanto para el particular como para las empresas.
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